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Entender la Inteligencia Artificial a través de sus creadores: Una historia de visión, lógica y humanidad

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Aunque hoy la Inteligencia Artificial (IA) parece ser una maravilla futurista que genera imágenes, compone música o conversa como un ser humano, sus raíces no emergen de la ciencia ficción, sino de siglos de pensamiento filosófico, matemático y técnico. Para comprender verdaderamente qué es la IA, debemos conocer a aquellos que la soñaron, la teorizaron y finalmente la construyeron. La IA es el resultado de la visión de mentes que se atrevieron a preguntarse: ¿puede una máquina pensar?

1854 – George Boole: El pensamiento como sistema matemático

El primer paso hacia la IA no fue con cables ni computadoras, sino con lógica. El matemático George Boole propuso que el pensamiento lógico podía expresarse mediante símbolos matemáticos. Su «álgebra booleana», que reduce proposiciones a verdaderas o falsas, fue una visión revolucionaria: si el razonamiento podía formalizarse, tal vez también podía automatizarse.

Boole no buscaba construir máquinas, sino comprender la estructura del pensamiento racional. Sin embargo, sus ideas se convertirían en la base para todo sistema computacional moderno, desde los procesadores hasta los algoritmos de la IA.

1921 – Karel Čapek: El nacimiento del «robot»

La palabra “robot” fue introducida por el escritor checo Karel Čapek en su obra de teatro R.U.R. (Rossum’s Universal Robots). Proveniente de «robota» (trabajo duro en eslavo), el término evocaba una creación humana destinada a obedecer y ejecutar tareas.

Aunque literario, este concepto sentó las bases filosóficas de la IA: ¿qué responsabilidad tiene el creador sobre sus criaturas inteligentes? ¿Es un robot solo una herramienta o un ente con autonomía?

1936 – Alan Turing: El origen del pensamiento computacional

Alan Turing, uno de los más grandes genios del siglo XX, fue quien llevó el pensamiento lógico al plano de lo ejecutable. En su artículo sobre los «números computables», definió una máquina teórica (la «máquina de Turing») capaz de ejecutar cualquier operación que pudiera ser formulada como algoritmo.

Este fue el paso más radical: si el pensamiento lógico puede expresarse como un algoritmo, y una máquina puede ejecutar ese algoritmo, entonces una máquina puede razonar. Turing no solo fundó la informática moderna, sino que introdujo la pregunta que lo obsesionó: ¿pueden pensar las máquinas?

1941 – Konrad Zuse: La primera computadora

Zuse construyó el Z3, la primera computadora programable y completamente automática. No era aún «inteligente», pero era el cuerpo físico que permitiría a las ideas de Boole y Turing cobrar vida. El hardware al servicio del razonamiento artificial.

1950 – El Test de Turing

Turing avanzó aún más. En su ensayo Computing Machinery and Intelligence, propuso lo que hoy conocemos como el Test de Turing: si una máquina puede mantener una conversación indistinguible de la de un humano, entonces puede considerarse inteligente. Con ello, Turing transformó la pregunta filosófica en una prueba práctica.

1956 – John McCarthy: El nacimiento formal de la IA

En la Conferencia de Dartmouth, John McCarthy acuñó por primera vez el término «Inteligencia Artificial». Su propuesta era clara: construir programas capaces de razonar, aprender y resolver problemas, como un ser humano. Este evento es considerado el nacimiento oficial de la IA como disciplina.

McCarthy y sus colegas no solo pensaban en máquinas inteligentes; pensaban en crear una nueva forma de existencia basada en lógica, datos y computación.

1969 – Marvin Minsky y las redes neuronales

Marvin Minsky, cofundador del MIT Media Lab, publicó trabajos pioneros sobre redes neuronales artificiales, estructuras inspiradas en el cerebro humano. Para él, la mente podía ser comprendida y replicada mediante arquitectura computacional.

La IA comenzó así a beber tanto de la lógica matemática como de la biología del pensamiento.

1979 – El coche autónomo de Stanford

En un avance práctico impresionante, el coche autónomo de Stanford cruzó una habitación llena de obstáculos sin intervención humana. Esto fue una prueba de que las máquinas no solo podían pensar, sino también percibir y actuar.

1980 – Wabot-2: Un robot que siente y actúa

Wabot-2, desarrollado en Japón, fue uno de los primeros robots humanoides capaces de comunicarse, leer música y tocar un instrumento. Aquí la IA se encontró con el arte: una inteligencia no humana, expresándose creativamente.

1996 – Deep Blue vence al campeón mundial de ajedrez

Deep Blue, de IBM, derrotó a Garry Kasparov, campeón mundial de ajedrez. Fue el símbolo de que las máquinas podían superar a los humanos en dominios de estrategia y previsión.

2014 – Eugene: Superando el Test de Turing

El programa Eugene Goostman pasó el Test de Turing al convencer a jueces de que era un adolescente de 13 años. Aunque criticado por su estrategia (fingía ser un joven ucraniano con vocabulario limitado), fue una señal clara: las máquinas pueden simular el comportamiento humano de forma cada vez más convincente.

La IA como espejo del pensamiento humano (y más allá)

Lo fascinante al seguir este recorrido es que la IA no surge solo del deseo de construir herramientas, sino de una profunda curiosidad por comprender cómo pensamos, cómo razonamos, cómo sentimos e incluso cómo creamos. Cada avance en la IA es una expresión del deseo humano de reflejarse en lo creado.

Desde una perspectiva más filosófica o incluso teológica, podría decirse que el ser humano, al construir IA, está jugando a ser creador: modelando mundos, comportamientos y conciencias. ¿No es eso lo que haría una mente superior con el universo?

La IA no es solo una tecnología. Es una forma de pensar sobre el pensamiento. Una forma de buscar comprender los principios ocultos de la razón, la percepción, y quizás de la creación misma.

Al estudiar la historia de la Inteligencia Artificial y sus protagonistas, no solo entendemos cómo funcionan las máquinas, sino también cómo funciona el alma humana cuando intenta comprenderse y replicarse a sí misma.

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